No subestimes el silencio,
la voz que no habla, la dulce pausa.
Dejémonos más bien ocuparnos de nada
abandonar el momento para vivir el instante
en toda su eternidad.
Como el rio se deja y la nube se posa
así nuestro cuerpo vence todas las distancias.
Escuchemos la voz que calla,
el eco incesante de la propia experiencia.
Los ojos que contemplan el hecho simple,
el gesto inocente del que sólo es.
Así se somete la mente a la vida,
así somos lo que vinimos a ser.
Esencia de la esencia, el vacio infinito,
la coma, la tierra, el aire y la letra.
No, no subestimemos el silencio del alma
porque dice más si no se expresa
porque alcanza más de lo que abarca
y en toda su contradicción reside
nuestra humilde humanidad.
En ella todo se delata
y en ese presente se muestra entera
la persona, el poema, la verdad última.