Poder escribir más allá del estupor diario
cómo de preso.
Superar la neblina pegajosa de mi cerebro cansado
y no masticar el miedo.
Cerrar los ojos al pasado y respirar por las pupilas
desde cada miembro.
Ser capaz de explicar está carencia,
este vacío descubierto,
este temor a quedarme sin palabras,
ciega, muda, sorda
Y no preferir lo oscuro,
la soledad lúcida,
la desazón más grande.
Renacer y brotar en versos
lánguidos de melancolía.
No tener intención alguna de dar pena
no buscar compasión en las aceras.
Ser desde donde estoy
y hasta donde llegar pueda.
Y permitirme sentir esta fragancia
este perfume tosco y conocido,
este aroma doloroso de la infancia.
Y nadie para leerme un cuento
Y nadie para atusarme las sábanas
Y nadie definitivamente nadie
sola, amputada, desnacida.
Y decidir y elegir amar en el silencio,
entregarme antes que perder la vida….