«Te voy a querer siempre»
dijo y todo mi mundo se trastocó en un instante.
Deseé que ese ‘»siempre» fuera un «ahora»
y que «voy a querer» fuera en presente.
Cinco palabras simplemente bastaron
para deshacer la paz de esta mujer fuerte,
para retornar al centro de la herida
a los labios ardiendo, a la ilusión pérdida.
«Te voy a querer siempre»
hizo eco en mí como una sinfonía íntima,
arrancó de cuajo el miedo
devolvió de golpe la vida.
Y por más que repito esas cinco palabras
no encuentro fisuras, ni indicios de mentira,
tanto tanto quiero creerlas
que en ellas reconozco mi voz y mi Biblia.